viernes, 29 de agosto de 2014

Inevitablemente (1)

Esta semana no podía ser de otra forma, y a riesgo de contribuir a la muy posible saturación temática, hay que hablar de series. Porque una semana que empieza con las caras de C.J. Cregg y Alicia Florrick sosteniendo un premio (de lo que sea) es una semana que empieza, sin duda, bien.


Alison Janney tiene 6 Emmy. De los dos que se ha llevado este año uno (mejor actriz invitada en Masters of Sex) me parece correcto. De hecho, me parece lo mejor de una serie que debo reconocer que he dejado de ver porque me aburre. Sobre el otro (mejor secundaria por Mom) ni me pronuncio al ser un premio de comedia porque a excepción del humor pasado de rosca de It's always sunny in Philadelphia y poco más, no veo comedias, no me llaman. 

Pero es que Alison Janney es, y siempre será, CJ: la Secretaria de Prensa de la Administración Bartlet que le valió sus 4 Emmy anteriores. De la misma manera, El Ala Oeste es y probablemente siempre sea mi serie favorita. Y en Claudia Jean Cregg, por imposible que parezca, sigo descubriendo matices que me divierten y emocionan cada vez que vuelvo a ver la serie, algo que hago con cierta frecuencia.




Dadas las circunstancias, me encanta que Alison Janney gane un premio, asumo que seguro lo merece.
 
El caso de Julianna Margulies es distinto. Porque a su pasado tengo que perdonarle la mala conciencia que me dejó su paso por Urgencias y la tormentosa relación de la enfermera Carol Hathaway con un tal Doug Ross, a la sazón, el mismísimo George Clooney* quien pocos años más tarde, ya convertido en estrella, cerró su participación en la serie como un personaje redimido, loco por ella y padre de sus gemelas. Nunca me llegó el personaje, no a mi yo de entre quince y veintitantos.

(*Nota: en esta época en que todo es relativo, que George Clooney es un hombre interesante, guapo y atractivo es, por estos lares, una certeza, un hecho objetivo que invierte la carga de la prueba. Para no juristas esto quiere decir que hay que probar que no lo es más allá de toda duda razonable.)

Pero es que Julianna Margulies es, desde 2009, Alicia Florrick. La mujer sobre la que pivota la que ahora mismo es la mejor serie en emisión: The Good Wife. Hay que empezar por señalar la poca justicia hacen las simplificaciones argumentales a las grandes series (pienso también en The Wire, o en la propia Breaking Bad). Porque TGW es, de entrada, una serie procedimental, de abogados y con una enorme trama política que, sin ir más lejos, aporta el punto de partida culebronero esencial de la política americana desde los tiempos de Clinton (Bill): un escándalo sexual y una esposa en el ojo del huracán.





Durante las dos primeras temporadas, con estos mimbres, TGW proporciona todos los ingredientes que, a partir de la tercera, la convierten en un plato gourmet. Perfectamente condimentado con personajes apabullantes y casos sacados del periódico del día anterior (privacidad online, bitcoin, fraudes electorales, acciones colectivas contra corporaciones, responsabilidad penal por el uso de drones) o del día siguiente (el episodio Vip Treatment se emitió antes de la presunta agresion sexual de Dominic Strauss-Kahn). Pero, y esto es lo que queda claro en la tercera temporada, TGW es por encima de todo la historia de Alicia Florrick. La buena abogada consciente de lo que le queda por aprender y ávida de hacerlo que se convierte en una profesional extremadamente competente y con ambiciones propias. La mujer sacada a la tremenda, con luz y taquígrafos de su zona de seguridad que debe tomar las riendas y replantearse todas y cada una de sus relaciones y lealtades sintiéndose permanentemente juzgada, utilizada y traicionada hasta que dice basta. La madre que llega a casa y necesita una copa de vino para enfrentarse a la adolescencia de sus hijos. La hija, la amante, la enamorada, la amiga, la hermana, la colega, la nuera de Jackie, el dolor de cabeza de Eli Gold...

Este premio lo siento medio propio (¿por qué no?) ya que a pesar de la arbitrariedad de este tipo de reconocimientos (como prueba el hecho de que TGW no estuviera nominada a mejor serie cuando sí lo estaban Scandal o Downton Abbey), refrenda la calidad de la recomendación que no me canso de hacer desde 2009, y más aún cuando en el discurso de agradecimiento Julianna celebra algo que comparto plenamente, los buenos papeles femeninos que pueden verse en televisión desde hace algunos años. 

Las mujeres televisivas que me han cautivado prueban que, además, el repertorio es variado, al menos tanto como mi criterio. Desde Livia y Carmela Soprano a la medio inconfesable Christina Yang (Anatomía de Grey), pasando por las imprescindibles Peggy, Joan, Betty, Megan y Sally (Mad Men), Skyler White (Breaking Bad), Cersei y Arya (Juego de tronos, Dannaerys NO), así como la fría, impoluta y perversa Claire Underwood (House of Cards, serie que por lo demás NO me gusta). Desde luego CJ, pero también Donna Moss, Abby y Zoey Bartlet, Ainsley Hayes, Kate Harper y Amy Gardner (El Ala Oeste) e incluso la también sorkiniana Sloan Sabbith (The Newsroom). Y, por supuesto, las abogadas: Alicia, Diane (oh, Diane...) y Elsbeth Tascioni (The Good Wife), Patty Hewes y Ellen Parsons (Damages), y la muy desconocida pero enorme Martha Costello (Silk, una joyita de la BBC).

La satisfacción de ver premiadas a mis dos heroínas televisivas no ha sido la única alegría asociada a la gala de los Emmy. Su mera mención ha propiciado en diversos momentosde la semana la segunda cosa que más me gusta de ver series de televisión: hablar de ellas. Por lo que Inevitablemente (2) habrá que seguir con ello en unos días.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Pongamos que soy así

Decido arrancarme con un blog en el que hacer gala de mi condición de chica de periferia exactamente cuando me mudo a la ciudad. Hay peores razones por las que empezar a hacer las cosas que celebrar un cambio de escenario con una nueva rutina.


La cuestión es que vivo independizada y es agosto en Madrid, y ambas cosas ofrecen enseñanzas cotidianas que conviene no perder de vista.
A efectos prácticos, hasta ahora, la independencia significa básicamente posibilidad de usar un bolso pequeño y llegar con 20 minutos de adelanto a cualquier cita de forma sistemática.
El componente cosmopolita-madrileño del verano lo ha definido el terraceo de altura. Las azoteas del centro de Madrid: dícese de aquellos lugares donde poder disfrutrar de vistas chulas de la ciudad y ráfagas mínimas de aire que evitan el vapuleo del sol de agosto a cambio de que el placer de una cañita en semejante escenario exija un deleite añadido por tu parte y cierta mesura al estar pagando por ello el equivalente a una dosis de sangre de unicornio (o de vampiro, ahora que True Blood ha terminado).
Pero es exactamente el tipo de cosas que adoro, como estar escribiendo con cierto cinismo y que de repente empiece la inevitable Get Lucky de Daft Punk llevándote de lleno al verano pasado, cuando el temita azoteas era sobre todo postureo. Es en ese momento cuando, madrileña impenitente, te das cuenta de que pocas cosas tienen más sentido.