miércoles, 27 de agosto de 2014

Pongamos que soy así

Decido arrancarme con un blog en el que hacer gala de mi condición de chica de periferia exactamente cuando me mudo a la ciudad. Hay peores razones por las que empezar a hacer las cosas que celebrar un cambio de escenario con una nueva rutina.


La cuestión es que vivo independizada y es agosto en Madrid, y ambas cosas ofrecen enseñanzas cotidianas que conviene no perder de vista.
A efectos prácticos, hasta ahora, la independencia significa básicamente posibilidad de usar un bolso pequeño y llegar con 20 minutos de adelanto a cualquier cita de forma sistemática.
El componente cosmopolita-madrileño del verano lo ha definido el terraceo de altura. Las azoteas del centro de Madrid: dícese de aquellos lugares donde poder disfrutrar de vistas chulas de la ciudad y ráfagas mínimas de aire que evitan el vapuleo del sol de agosto a cambio de que el placer de una cañita en semejante escenario exija un deleite añadido por tu parte y cierta mesura al estar pagando por ello el equivalente a una dosis de sangre de unicornio (o de vampiro, ahora que True Blood ha terminado).
Pero es exactamente el tipo de cosas que adoro, como estar escribiendo con cierto cinismo y que de repente empiece la inevitable Get Lucky de Daft Punk llevándote de lleno al verano pasado, cuando el temita azoteas era sobre todo postureo. Es en ese momento cuando, madrileña impenitente, te das cuenta de que pocas cosas tienen más sentido.











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