lunes, 1 de septiembre de 2014

Heels up!

El 1 de septiembre es el día en que todo empieza.

 

Como casi todas las grandes cuestiones de la vida, esto puede explicarse a partir de un trauma adolescente. De adolescente nerd (es extraño que al cabo del tiempo descubras que existen categorías con las que definir canónicamente tus infiernos más íntimos): tras el suplicio de pasar la segunda quincena de agosto en un apartamento de cualquier lugar de la Costa Blanca, llegaba septiembre y  con él los rituales de la preparación del nuevo curso. La liberación. Porque para quien a los treintaytantos sigue siendo una "friki de los cuadernos" la campaña de Vuelta al Cole es una patria vital a la que volver cada año, y los Cortycoles son su pasaporte. 

La cuestión es que el día de hoy lo tiene casi todo para que la emoción sea plena y la sensación de comienzo definitiva: un lunes, un nuevo proyecto profesional, una nueva dirección postal y, por supuesto, una nueva Moleskine. El desajuste, evidentemente, E-V-I-D-E-N-T-E-M-E-N-T-E, es el vestuario, ya que este calor mortal va a obligarme a posponer mi adorado uniforme otoñal de tonos marrones, mocasines y americanas de tweed hasta, calculo que como mínimo, finales de octubre. Pero entre la adolescente que fui y la que sigo siendo hay aprendizajes esenciales sobre cómo hacerte la vida más estimulante y bonita (lo que viene a ser mi concepto de madurez responsable) y para lidiar con este tipo de decepciones meteorológico-estilísticas hay una máxima ganadora: "ten siempre listos unos buenos tacones que te subrayen los días en los que sientes que todo es posible".

Por lo que, montada en mis tacones, empapada en sudor, con una Moleskine nueva en la mano, viajando en el Metro de Madrid, se me ocurre que entre el incomprensible mainstream de la depresión postvacacional, aquellos que hoy me devuelven la sonrisa tal vez sean los adolescentes nerd  que no he sabido reconocer hasta ahora. 






 

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